19 jun 2021

Minirrelato: Al estilo Ennio Morricone

Morricone

Xilófono de entrada,  hace imaginar una bailarina, leve y ligera, pero pronto la banda sonora trae intriga al cuadro. El tutú se vuelve traje pesado, verde con ribetes negros que destaca sus femeninos atributos, una pluma en el moño y una bandeja llena de vasos de whiskies que lleva hasta una mesa redonda, donde juegan lo peor y lo mejor de cada casa. La falsa bailarina reparte los vasos y baja la bandeja, se queda unos instantes mirando la partida. Pronto se sienten incómodos y regresa junto a la barra. Otro día más en el extrarradio del desierto, polvo, aulagas y tiros de gracia en exceso. 

Una simple mirada es motivo suficiente para que las balas empezaran su concierto, o las coreografías de puñetazos. Gritos, testosterona, hombría puesta a prueba. Llenas de palabras grandilocuentes como: honor, esperanza, futuro, fe. Sí, porque la fe en los seres del desierto es necesaria como el agua. El desierto tiene su propio sonido, la armónica de fondo que todo lo llena, y el aire caliente se mueve como una sábana hervida.

Amores de mujeres libres, amores de hombres en libertad, noches inolvidables, pero que no es amor suficiente para que el tren deje de hacer sus escalas, o que impida que el caballo parta al amanecer con las caricias frescas y la humedad del rocío. Si alguna fidelidad tienen es a su arma , su sombrero y su caballo, el resto del mundo puede ser prescindible, en un mundo donde el más rápido con la muñeca conserva la vida, el desapego es el rey.

Pero el piano, sueña lento de madrugada y el traje verde se transforma en muselina y la cabaretera se suelta su larga melena y llora por los hombres que durmieron con ella una noche y nunca regresaron, porque la envidiosa muerte se los llevó a todos. Ella baila bajo la luna llena, junto al aullido del lobo y el canto de los buhos. La noche también hace bailar a los fantasmas dentro de sus mal cavadas tumbas, mientras mece a las serpientes de cascabel. Durante unos instantes, fue viuda, fue dolorosa, fue plañidera, pero está sola.

Fuera se escucha un silbido, se enciende una cerilla, el sonido de las piedras al ser pisadas, y el viento que todo lo abriga. Hasta que sonó el primer disparo y sus réplicas... Morricone continúa disparando mientras el coro de hombres canta, coro varonil, gutural, agreste, que no da pie a añoranzas de muertos. Porque para Ennio cada bala tiene un nombre y tiene suficientes balas.



18 jun 2021

Minirrelato: La pizarra que no sabía leer


Había una vez una pizarra llamada Ana,  llena de letras y números, unas veces sostenía el mapa mundi o el esqueleto del viejo Antonio, el carnicero, que donó su cuerpo a la ciencia y sus huesos llegaron al colegio. La pizarra era verde como todas las pizarras analógicas, que ya las están cambiando por pantallas enrollables. Mientras fuera más rápida que ellas no eran competencia- se decía para sí. El profesor escribía o hacía diagramas a los alumnos que atentos miraban su superficie. 

Una noche la pizarra enrollable se puso a hablar con ella, ya se había tomado su tiempo, pues hacía dos años que la habían anclado al techo y todavía no había dicho ni buenos días. Ni si quiera había intervenido en las conversaciones con los pupitres o con Antonio, que el hombre aún conservaba un sentido del humor muy fino. 

-Hace mucho tiempo que estás ahí colgada, ¿no pizarra? - Sí, contestó ella que no sabía por dónde andaban los hilos. ¿Puedes leer lo que escriben en tu lomo los profesores? - No, dijo ella con candidez. Pero, puedo recordar algunas cosas, disfruto tanto con la clase, que no me fijo en las caligrafías ni en los diagramas. No me gusta leer si es a lo que te refieres. 

La pizarra enrollable escandalizada no paró de reírse, con los años que tú llevas de servicio y ¿qué no sabes diferenciar una suma de la letra 'a'? No me lo puedo creer Ana. Yo, soy el modelo M-213G y sé perfectamente cuánto es la raíz cuadrada de nueve. 

- Estrés, dijo la pizarra Ana entre risas, un estrés insoportable, reía mientras la mirada del modelo M-213G era una mezcla de reprobación y lástima. Bendito sea el señor que inventó la linterna. ¿Cómo se puede ser tan ignorante?

A ese comentario, Antonio el esqueleto se le encogió el entrecejo y a Ana la pizarra se  le escapó lo que sigue:

           Cómo llama usted ignorante al que ha vivido para educar a generaciones, siempre en segundo lugar para que los reflejos no cegaran las gafas de los alumnos. Destacando las letras para que los que estaban sentados en la fila de atrás no se perdieran ni una coma. Cómo me llama usted ignorante cuando en mi piel llevo tatuada la tabla periódica, los ríos de la cornisa cantábrica y el delta del Ebro. ¿Cómo puede usted llamarme ignorante cuando sé de oído poemas enteros de la literatura universal? ¿Cómo puede usted llamar ignorante al que enseñó a leer 'm' con 'a' 'ma'. Y al que definió las palabras: protozoo, pluricelular o las diferentes eras de la Tierra, ¿sabes tú acaso que significa 'Pangea'?

El modelo M-213G tenía conexión Wifi y podría buscar todo eso en la red, pero prefirió no crearse más enemigos, pues los pupitres ya la miraban con ojeriza, la papelera le escupió un chicle sin acierto, y el esqueleto Antonio le hacía dedos a dos manos. Pidió, perdón a todos, se enrolló y se quedó dormido pensado que hay muchas maneras de saber.


17 jun 2021

Minirrelato: Cuando Ascón recordó que era historia

La Vanguardia
 Allí en la cueva mientras los hombres demostraban su hombría buscando y cazando mamuts y demás casquerías para sacar adelante las familias que tenían. Ya que en en ningún lado se leyó que eran monógamos, pero sí que tenían muchos hijos y ancianos que alimentar. Bocas que como pajaritos pedían cuando tenían hambre o lloraban cuando tenían frío.

Una de esas noches un cazador llamado Ascón no podía dormir y se le acercó una de sus hijas, lo miró a los ojos. Pupilas despiertas y llenas de luz, que lo miraban con amor y admiración. Debía tener tres o cuatro años, pero en aquella época el tiempo se medía de otra manera. La abrazó, para protegerla del frío y le preguntó por qué no dormía. Ella le dijo que en su cabeza oía voces que no se callaban. El padre intrigado le dijo que le contara lo que esas voces le decían. 

La niña, llamada Mata, empezó con su voz infantil a relatar lo que veía y escuchaba de esta forma: Papá, dicen las voces que las luces del cielo se llaman estrellas, que los cambios del calor al frío, son las estaciones; que pronto vestiremos trapos que nos quitarán el frío y las cuevas serán diferentes. Las voces dicen que volaremos como los pájaros, y que nadaremos como los peces, que seremos dueños de la tierra hasta arruinarla y dejarla sin comida. Y llegará el día en que nos hincaremos de rodillas y pediremos perdón a la tierra por quemarla, robarla, abusarla y destruirla. 

A todo esto Ascón, la escuchaba asombrado, los espíritus se habrían apoderado de su cabecita, ¿sería una bruja? Sintió miedo por ella y por lo que le harían los demás si la escucharan, así que le puso un dedo en los labios a la niña y continuó la narración: El hombre está condenado a crecer y a hacer grandes cosas en su vida, sepa o no sepa hacerlas. Unas veces creará vida y otras las destruirá. El ser humano tocará las estrellas con los dedos, y bajará la luna a sus niñas iluminadas. Porque un padre con una hija que ve el futuro, debe correr para ver más que ella y protegerla. Él también intuía que la vida era algo más que comer frío y dormir caliente. Pero la urgencia de las necesidades diarias le habían hecho olvidar aquellos sueños que tenía a la misma edad de Mata. De niño las voces también le robaban el sueño por la noche para decirle que su hija sería reina, y que hombres y mujeres romperían los moldes del patriarcado y del matriarcado. Moldes que los tenían atrapados como el chico aquel que quería volar con las alas de cera. 

Incluso él sabía que esas voces eran de otros tiempos, eso que otros llamarían Historia, para ellos su ahora sería 'pasado' y lo que otras familias contarían sería el origen del 'futuro'. Consciente de que su instante era pretérito, y que su niña vidente volaba a otras épocas. La abrazó con fuerza, para que su calor le diera sueño a esos ojos despiertos y brillantes como la luna. Le sonrió y le dijo a Mata: Querida hija, había una vez una niña que sabía contar historias que escuchaba cuando dormía, así que mi niña dile a las voces que repartan el trabajo. Y dejen descansar tu tierno cuerpo, que el peso de la Historia no deben llevarla los niños, gracias por recordarme que mi trabajo es hacer que la historia sea. Para que tus mejores capítulos se hagan realidad, duerme mi niña, duerme, que yo te voy a  velar.

16 jun 2021

Minirrelato: El sueño de Elva (XXI)

 

Colombo BSO

Últimamente, Elva se entretiene viendo capítulos viejos de Colombo, ese detective de homicidios, desastroso, torpe y tonto, pero que resuelve todos los casos. El antihéroe, entrañable que aparentemente se dejaba intimidar o ningunear por los malos. Cualquiera podía decirle que se fuera, que se callara, que se equivocaba. Incluso a veces hasta su esposa invisible resolvía casos con él: "No se pone el carro antes que el caballo". O verlo cada noche, con su desastrosa gabardina y su puro a medio encender, cenar chile con judías y café.

Encorvado, con un coche desastroso y el ojo bizco. Hace contraste con los malos, todos guapos, bien trajeados y conjuntados. En casas inmensas, con coches de importación de color plateado y con invernaderos llenos de orquídeas de miles de dólares. Su vieja tartana también era importada, pero que hasta un mecánico se niega a tocarla: "Porque hasta él tiene límites" y lo deja con el puro en la boca y el capó levantado.

Elva, recuerda a aquella niña que veía los capítulos de niña y no pensaba que era tonto, sino que era su estilo. Ahora ya no sabría distinguirlo. Pero se le va la vista con la puesta en escena, los decorados, los vestuarios, los peinados. Le parecían una belleza, daba igual que a Colombo lo trapearan durante todo el capítulo, pues siempre alguno se pasaba de listo con él, otros se auto inculpaban delante suya a mitad de capítulo con chulería, pero era demasiado pronto para sus diagnósticos. Justo al final,  y no antes,  hacía jaque mate al del malo de turno.

... Elva se percata que está lloviendo en junio, deja sus pensamientos y sus notas y se asoma a la calle, permitiendo que los goterones le cayeran en la cara, sintiendo el calor del agua al hervir cuando toca el suelo caliente del día de un sol de justicia. Apetece una rebeca, mientras sube el olor a tierra mojada. Arrecia el agua, y a lo lejos cree ver ... A Colombo, que se da por satisfecho de la jornada con su puro, su tartana y su esposa invisible. La mano de la ley efectiva, pero mal pagada. Allí se aleja en la curva con el ruido de los limpiaparabrisas, echando el humo de su puro, de las gotas que le caen en la manga de la gabardina desfasada, vieja y barata. Mientras, piensa: La justicia de bajo presupuesto también es justicia. 

13 jun 2021

Minirrelato: El fin del mundo según una goma


 Ella era elástica y dura, borraba aquello que otros creían imperfecto. Sentía el calor de la mano y como jugueteaban con ella cuando se aburrían. Dolía como una piedra cuando era lanzada en proyectil. Verde, naranja, blanca, su color era lo de menos. Pronto el negro carbonilla la cubría por entero. Su forma cuadrada se iba redondeando con el uso. Y se quedaba sin aristas. Poco a poco iba perdiendo volumen y se convertía en una cuarta de su peso. Pronto cumpliría con su misión, borrar los errores ajenos. Todo iba bien hasta que llegó el verano, se acabaron las clases y se paró de repente la rutina diaria. Nadie la manoseaba o lamía con su lengua para saber qué sabor tenía. Nadie la hacía rodar. La carbonilla se le incrustaba junto al polvo acumulado. No sabía el por qué, los meses de estrés dejaron pasaron al hastío del verano. Donde nadie echaba cuenta del material escolar ni si quiera por añoranza.

Pero, pronto el fin del mundo llegó. Septiembre trajo una larga lista de enseres que no contemplaba reciclar a viejos compañeros de fatigas. Nueva, casi sin lamer, casi sin estrenar, la tiraron a la basura. Y allí entre los colores de tamaño medio y los cuadernos con más de veinticinco hojas vacías, lloró. Pelusas de goma recorrieron su redonda cara manchando el papel ajeno. Ya con su futuro incierto sintió como la bolsa de la papelera era cambiada y llevada al contenedor gris, el agujero negro de la basura, que no era compostaje, ni papel, ni cristal, ni embalaje. ¿Dónde se recicla una goma a medio borrar y con los deberes aún sin terminar? ¿A qué cielo iban las gomas a medias? ¿Las que aún tenían asuntos pendientes?

La incertidumbre era peor que si algún niño la hubiera masticado y escupido, al menos, hubiera saciado la curiosidad del que todo lo prueba aunque no sea comestible. Nunca fue la goma de un arquitecto, ni la goma de un universitario, ni la de un bachiller peleándose con las cuatro dimensiones y los puntos de fuga. Apareció en Primaria por casualidad y se quedó por convicción, pero no sabía que su vida sería corta, porque nadie aprovecha lo que tiene. El infierno de las gomas es que siempre hay gomas nuevas, no se valoran las curvas ni el servicio prestado. Siguió llorando pelusas y desapareció entre el resto del bolsas en el camión de basura de las siete y media de la mañana. Ese que viene siempre con prisa y vacía los contenedores sin bajarse del camión porque todo está automatizado. El chófer escuchó un lloro, pero pensó que fue su imaginación, las bolsas de basura a veces gritan enfadadas, pero hace ya tiempo que dejó de prestarles atención.

Poesía: El candado


Cuando se ama se habla de alianzas,
promesas y besos.
Cuando se imagina el amor,
se piensan en los refuerzos,
tú mano en mi mano.
Cuando se mira el amor con ojos de ferretero,
el amor se observa en un candado.
Candado como compromiso
sin promesas caducas y huecas.
Candado como anclaje,
por donde pasa la cuerda-guía,
que lleva a la montaña de nuestros proyectos.
Guías de seguridad que te fijan a la pared 
en épocas de furiosos vientos,
o apneas de altura.
Los anillos son símbolos intransferibles,
en plata, oro o diamantes fabulosos.
El candado, discreto, es universal 
y su brillo está en el óxido,
cuanto más herrumbroso y deslucido
más experiencia ofrece.
Más historias en su haber,
más pioneros han ascendido,
al Himalaya de su memoria.
Dando a propios y extraños,
la esperanza de la seguridad,
el ejemplo de otros románticos
que apostaron en proyectos en común,
A aquellos que vieron en la inestabilidad y el cambio, un reto.
Promesas nuevas,
herramientas nuevas,
Para nuestro apoyo y el de otros
Son vestigios del amor sentido,
La marca de pasos,
en el recorrido de la nieve,
de los antiguos compañeros de cordada.
Nosotros y los otros,
Arriba hasta la meseta de la montaña,
Subiendo etapas que nos lleven
al albur de la vida,
Y a por la siguiente jugada.


Autora: Yeiza Sarmiento



12 jun 2021

Minirrelato: El sueño de Elva (XX)

 

La tercera


A veces el sexto sentido te juega malas pasadas, no sabes si es eso o el diablo que te susurra al oído malos pensamientos. Cerró las ventanas del cuarto y echó fuera las luces del mediodía tras las pesadas cortinas. Desterró el día por la noche de un plumazo, porque la voz le dijo que eso no era bueno, que tenía malas intenciones. Y ahí estaba de nuevo, encerrada en su cuarto y lamentando ser esclava de una mente perversa que convertía su vida en una cárcel. 

No podía fiarse de nadie, y menos aún de sí misma. Era el sujeto perfecto para fobias y paranoias. Cuando explicaba eso a algunas personas escogidas, la miraban con pena y diciendo: "Deja las cosas en manos de Dios", en cambio otras: "Nadie lo diría, se te ve tan bien, no se te va cayendo la baba por un lado ni nada". Se le ponían los pelos como escarpias cuando escuchaba esto a sus congéneres. Y cómo en pleno siglo XXI, cualquier problema de salud mental era tratado como si uno estuviera apestado. ¿Hasta qué punto era Elva fiable? ¿Era peligrosa para ella misma o para los demás? 

Las últimas crisis de Elva la habían sumido en las sombras oscuras de casas cerradas y sin apenas trato con la humanidad. La almohada era su parapeto y las sábanas la protegían del desapego de los demás. Esos a los que alejaba, pero que tanto necesitaba. El nivel del agujero del submundo al que se dirigía en soledad no tenía fin, y sabía que iba de cabeza a los círculos de Dante porque encontraba demasiado cargado el aire de azufre y todos los personajes de Vargas Llosa, en Las cinco esquinas, se paseaban desnudos por la habitación. Replicando danzas como solo Vargas sabe describir con humedades, vapor y piel.

Otro día más restado a la vida útil que todos conocen, una raya más pintada en la pared de la habitación. Cautiva en su propia cabeza, no paraba de repetírselo, delante de ella acababa de saltar el conejo blanco de chistera morada, luego el fumador de hierba que iba a calzón bajado mientras bailaba con la cerveza en la mano cantado feliz de estar con las percepciones alteradas. ¿Por qué te agobias rubia? Y continúa bailando como si una música étnica llena de tambores le marcaran el paso y el pulso. Ella no entendía su sorna, su burla, su ignorancia, su humeante escapada hacia delante de lo que ella huía.

Hay tantas cosas que decir sobre la estabilidad emocional y la inestabilidad mental que a Elva le gustaría gritarlo a los cuatros vientos. Cuántos sin diagnosticar y cuántos empequeñecidos por la etiqueta y los prejuicios del diagnóstico. La normalización es un camino que pasa por regresar plena del infierno y con los músculos más tonificados que nunca. Como  el preso que se pone en forma en el gimnasio de la cárcel o se saca la carrera de abogado en la trena. Elva sonríe imaginándose así misma desarrollando superpoderes que sirvan para ayudar a los demás desde su pequeña parcelita. Superheroína, hipersensible, una campana de resonancia, cualquier definición le da igual, lo que quiere es tener vida cuando vuelva.


6 jun 2021

Minirrelato: El sueño de Elva (XIX)

 

Manostijeras (1990)

Cuando tus manos son las mismas con las que te produces cicatrices, y nadie te dice que en vez de manos tienes tijeras y eres capaz de dañarte o herir a otros. Coges miedo de tu propio poder, si tienes la mala suerte de encontrarle un uso de destrucción masivo, realizarte aunque sea a malas, te da una razón para vivir.  Sino que se lo digan  a Joseph Goebbels y tanto otros que usaron sus dones para aniquilar a la humanidad que le estorbaba. 

Las pruebas de poder las tenemos todos, podemos hacer el bien, el mal o pasar del tema como quien no ha visto nada. De hecho los telediarios y nuestros días están llenos de decisiones así. Somos poderosos desde nuestra imperfección como humanos. Pero, hay momentos en que la capa está colgada para momentos 'in extremis'. No vaya a ser que se 'descoloríe' de tanto usarla.

Elva recordó a Eduardo Manos tijeras, que con un poder destructivo en sus manos decidió que crearía belleza allí donde fuera a posarlas. Ella miró sus dedos: largos, uñas pintadas a la moda, acababa de echarse crema en las piernas morenas por el sol de la playa. Se sintió poderosa, pero sin descubrir aún cuál era su super poder. Estamos en la era de los super X:  gente que saca matrículas de honor como churros, gente que inventa comida de las algas del mar, gente que busca la manera de acabar con las islas de basura que flotan en los océanos. Gente que inventa, crea, ingenia, supervisa. Todos son superpoderosos en su área, pero ella solo sentía el poder, como una candela de madrugada. ¿Cuándo se convertiría en potente llama? 

Solo una vez en la vida notó que el poder se le subía a la cabeza y se sintió diosa. Le ardía hasta la médula, miraba a los demás desde arriba y podía saber a ciencia cierta qué sentían en ese momento: compasión, miedo, rabia, venganza, deseo sexual, comprensión, sabía quién la quería a su lado y quién quería alejarla. No le gustó. No quiso saber tanto, prefirió negar su don y quedarse ciega. Como la divina Justicia, aunque quizás quedar a merced de los lobos, pero atenta ante la posibilidad de vivir en la ingenuidad del que es feliz en la ignorancia de la inmediatez, del "Ahora" que ella no inventó. Ya es una más de la generación I (Instantánea) sin grumitos... Ella a su manera, usó sus tijeras para hacer sentir bellos a los demás... Buenas noches Elva

Minirrelato: El sueño de Elva (XVIII)

La mirada
Suena el piano en cine mudo, dando saltos y corriendo detrás del malandrín. Elva disfrutaba con las películas en blanco y negro, donde las rubias eran tan rubias, los malvados tan malvados, los buenos eran tan santos, que cuando el hambriento Chaplin se comió los cordones de sus botas le supo, incluso a ella, a pasta al pomodoro con su orégano y todo. Qué fuerza de convicción para transmitir desde el silencio, de manera tan completa. Hoy con video llamadas, emoticonos, memes y nos quedamos cortos, siempre nos falta contexto para entender al otro, quizás porque para ver cine mudo hay que abrir los ojos y apretar las orejas para sincronizar la música con los gestos y darles el dinamismo que requiere la comunicación completa.

Siempre recordará la película Metrópolis, una ensoñación futurista, ya pasada de moda, en la que en el año 2000 el mundo seguiría regido por ricos, pobres y máquinas. Muy desencaminada no iba, salvo que le faltó el acoso publicitario, las redes Wifi y las adicciones a las pantallas, aunque seguro que hay otra peli que lo explica.

Cortejando
Para Elva soñar con el futuro, es mirar al pasado a ver qué esperaban nuestros bisabuelos de nosotros con lo que ellos empezaron. En pocos, años hasta ella se siente desfasada tecnológicamente, ya que hasta para encontrar amistades hay que usar cables, pantallas y redes sociales. Acaba de hablar con un amigo suyo Off line-  hay que aclararlo - que ha conocido al amor de su vida en el mundo On line, y allá que va. Que si en Metrópolis el enamorado lo hacía de una pobre proletaria hoy son los algoritmos y medias verdades las que unen los corazones que a veces se escondían practicando el amor cortés.

La pianola suena de forma circular, aunque no han parado de salir personajes corriendo, sonrojándose y oliendo flores como si fueran las del paraíso. Mientras la celestina de turno cuidaba de la honra de la bella muchacha, Elva no recuerda si los pobres tienen sujeta velas que guardaran su honra o el palo de la fregona detrás de la puerta. Le falta mucho cine por ver, saltar la pantalla y reírse del tropiezo de Chaplin. O el guiño del don Juan de turno. Ay, Elva... To be continued...

Minirrelato: Al estilo Ennio Morricone

Morricone Xilófono de entrada,  hace imaginar una bailarina, leve y ligera, pero pronto la banda sonora trae intriga al cuadro. El tutú se v...