18 jul 2010

La sombrilla, reflexiones de verano (I)

Tarde de domingo no demasiado calurosa - al menos dentro de la casa-  y entregada por completo al placer de la lectura. Si hay algo que este extraño verano me ha traído es ganas y tiempo de leer. Una práctica para mí siempre muy querida y que desde hacía algunos años tenía descuidada.

Últimamente, me he visto alternando tres o cuatro libros durante el día, una práctica habitual del lector inquieto. Cada libro un sitio, cada lectura un lugar: uno para hacer más llevadera la miles de paradas del autobús, otro para leer en las largas esperas burocráticas -entiéndase la cola del paro- otro u 'otros' en la cama para coger el sueño.

Esta carestía literaria impuesta por la prisa, el cansancio o las rutinas mal llevadas me están pasando factura. Pues, ahora leo con compulsividad. Un libro, otro, otro con la pasión del reencuentro. Antes muchos libros se quedaban en las baldas de la estantería - con todo el dolor de mi alma - y durante meses esperaban a que la pereza del estío les permitiera realizar su función. De esta forma, muchos se quedaban compuestos y sin novia. Llorosos ante la promesa incumplida del tacto de la mirada sobre sus líneas o privados de las caricias de las manos al sujetarlos con firmeza para su lectura.

Sea como fuere, he vuelto. He regresado con la ilusión de la hija pródiga, con las manos repletas de monedas de oro multiplicadas entre los dedos. He llegado buscando el descanso del guerrero entre los almohadones de las letras escritas por otros. Ya no estoy en la orilla viendo el agua desde lejos, es inmersión completa. Así que, si a este ansia se le llama pecado, entonces, estoy pecando mucho, mucho, mucho.

No hay comentarios:

Minirrelato: Al estilo Ennio Morricone

Morricone Xilófono de entrada,  hace imaginar una bailarina, leve y ligera, pero pronto la banda sonora trae intriga al cuadro. El tutú se v...