26 jul 2010

La sombrilla, reflexiones de verano (IV)

Málaga siempre me sorprende, también es cierto que mi relación con esta ciudad se está haciendo más íntima en los últimos meses. Nos estamos conociendo un poquito mejor.

Ciudad portuaria, femenina en sus curvas, directa y sencilla en sus intersecciones. Iluminada por una Farola y comunicada intelectual y velozmente por la escritora y filósofa María Zambrano.

Sí, Málaga o Malaka, rezuma encanto hasta en los más pequeños detalles, un antiguo balneario conocido como Los Baños del Carmen, tiene ese magnetismo que atrapa la mirada e invita a visitarlo en busca de la soledad que aquieta las almas, pues, el viento y las olas tienen ese poder transformador. Aquellos que maman salitre desde la cuna nunca olvidan su sabor.

Catedral de Málaga "La Manquita"
No es difícil orientarse, es una ciudad capitalina sencilla pero regia. Tanto, es así, que tiene hasta una esquina de oro, que se la disputan intelectuales y comerciantes. Duelo entre caballeros, unos más caballeros que otros. Ya que se puede embellecer a una ciudad como a una vestal o como a una cortesana, dependiendo del uso y disfrute que se vaya a hacer.

Arucas
Calles y avenidas con nombres propios: Marqués de Larios, Hilera, Mármoles, y otras muchas que mi memoria de nómada ya retiene y las ubica en el espacio. El Paseo de los Curas, La Malagueta, todos estos y muchos más ya los he pateado cientos de veces. Las ampollas en la planta de los pies dan fe de mi testimonio.

En fin, llevaba muchos días deseando dedicarle un post a esta bella ciudad que me ha acogido, ahora tengo dos cunas Arucas y Málaga. Tengo un pie en cada una, siempre es agradable tener dos madres, no hay sensación posible de desamparo.

Estas dos ciudades son femeninas, las dos miran al mar con firmeza. Las dos invitan a recorrer sus calles: de día se pueden descubrir secretos y tesoros ocultos. Pero, también son embrujadoras y mágicas, son susurradoras. Adjetivan la oscuridad de la noche tornándola fecunda para los poetas, para los artistas. La luz anaranjada de las farolas acompañan a los viandantes abrazándolos con seguridad.

Esta noche brilla radiante la luna llena que canta dos nanas para que sus mujeres descansen en la seguridad de que ella les vela.

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