26 ago 2010

La sombrilla, reflexiones: En la Feria de Málaga

La sombrilla en la Feria
Foto:YSH
Hace días que le doy vueltas a la sombrilla para ver qué escribo. Algo sesudo e interesante pero la verdad es que el calor y el ritmo que llevo con el nuevo trabajo no me deja mucho tiempo para crear.

Desde luego es irónico que una persona tan habladora como yo tenga que pasar nueve horas callada como un monje cartujo. Intento ver el lado positivo de la situación y aprovecho para reflexionar, pero, nueve horas multiplicadas por seis días a la semana, son demasiadas horas de reflexión. Y no es que vaya a descubrir nada interesante sólo porque deje a la mente divagar libre y sin rumbo, en fin...

Ayer, en mi día libre me bajé al centro a hacer mi paseo de rutina: calle Larios y sus recovecos, librería Luces, buscando novedades a buen precio (es que todavía no he cobrado y busco las 'ofertillas').

Un libro es una buena compra, de hecho siempre he tenido muy en cuenta si alguien me conoce o no por ese detalle. Si a la hora de hacer un regalo alguien me da un libro se ganó mi corazón y amistad para siempre. El resto de colonias, pañuelos o velas de decoración, han pasado todos a la colección del museo de los horrores. Aunque no les castigo con el destierro, entiendo que no me conocen todavía. Un libro es un gran regalo, para todas las edades. Si además está dedicado con cariño, más valor toma el ejemplar.

Hablando de otras cosas, estuve el pasado miércoles en la Feria de Día de Málaga, apenas se podía caminar entre la gente, y creo que ninguno llevaba chanclas. Comimos bien, un arroz con mariscos que estaba demasiado bueno y bailamos al ritmo de la música de las chicas del Aserejé, el mítico Follow the líder, o canturreamos junto a la italiana que puso de moda que: "Para hacer bien el amor hay que venir al Sur".

Después de un poco de juerga bajo el sol del verano y la sombra de los toldos, se agradece volver a ver el centro de la ciudad tranquilo de nuevo. Los paseantes habituales lo hemos recuperado y lo digo sin egoísmo. Aunque los biznagueros se podían quedar todo el año, junto a los vendedores de almendras saladas, y los 'abuelillos' que venden tabaco de contrabando en maletas oscuras en esquinas visibles y sin vergüenza.

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