10 abr 2012

La sombrilla, reflexiones: El bocadillo de los pobres


Una de estas madrugadas al llegar a casa después del trabajo encendí la tele. Este gesto tan sencillo es un ejercicio de alto riesgo para la salud mental. No lo digo a la ligera. Si de día ya es complicado hacer zapping, de noche es horroso. A esas horas para encontrar algo que valga la pena en la parrilla televisiva, en vez de un mando a distancia hace falta un machete bien afilado. Tener sangre fría y al estilo de la rubia de Kill Bill ir sorteando a los videntes, los tarotistas,  los canales porno o los inverosímiles y absurdos concursos telefónicos.

Entre lo medianamente comestible, están los refritos de teleseries o documentales de asesinos en serie, psicópatas violadores o las aventuras y desventuras de las comunidades de vecinos. Cuando ya había perdido la esperanza y me disponía a apagar el diabólico aparatejo encontré una película antigua . ¡Por fin, algo de luz en blanco y negro! Esplendor en la hierba (1961, Elia Kazan). La historia es la variante de Romeo y Julieta a la americana durante la Gran Depresión. La crisis del 29, cuando la caída de la bolsa arruinó a muchos que acabaron suicidándose.

Para ser más exactos, la secuencia de la película que me impactó es cuando el padre lleva a su hijo a un cabaret para intentar convencerlo de que vuelva a la universidad y retome unos estudios que al chico ni le interesan ni le gustan. La sala está llena de gente guapa, el humo del puro de los hombres llena el ambiente. La luz cegadora del brillo de las joyas ilumina la belleza de las mujeres. Mientras, padre e hijo dialogan en una mesa, son interrumpidos por la presentadora del espectáculo que hace la siguiente entradilla: "Veo que a los aquí presentes no les ha afectado las pérdidas en Wall Street, pues yo esta mañana he tenido que sortear a los que se tiraban de los edificios, pero bueno no vamos a frivolizar". (Risas  y comienza la danza de las chicas de rojo bailando el can can) ¡Sorteando cadáveres, como si fueran una lluvia incómoda! La vida y sus placeres siguen, aunque los chuzos de punta sean muertos.

Estamos en crisis, y una frase que he escuchado hasta la saciedad es: "¿Pero qué crisis es ésta,  si están los restaurantes y los centros comerciales llenos?". Pues, mire usted, es cierto que las viejas costumbres adquiridas del recién descubierto estado de bienestar (que poco nos ha durado) y la sensación de sentirnos nuevos ricos, hace que ni en momentos de precariedad económica nos quitemos de los pequeños placeres. Aunque haya que comer de bocadillos, al centro comercial se va a lucir palmito.

Termina la película, me paso al canal de información 24Horas de TVE. Veo las noticias económicas, pero claro, yo tampoco quiero frivolizar.

No hay comentarios:

Minirrelato: Al estilo Ennio Morricone

Morricone Xilófono de entrada,  hace imaginar una bailarina, leve y ligera, pero pronto la banda sonora trae intriga al cuadro. El tutú se v...