2 abr 2012

La sombrilla, reflexiones: El pantano y la cámara

La semana pasada estuve en el Pantano del Agujero junto a unos compañeros de clase. Un equipo de cinco y una cámara semiprofesional HD, nosequémas. Subimos para hacer algunas panorámicas de la ciudad. Eran las doce de la mañana, y aunque pocos, había algunos viandantes paseando por allí. Nos veían con la cámara y caminaban más rápido, a veces se volvían para mirar el equipo. 

Abajo, en la orilla un pescador echaba la caña al agua, con la cámara hicimos un poco de zoom acercándonos, para luego abrirlo despacio (Zoom in-Zoom out). Intentamos que no quedaran muy catetos, de esos que dan mareos, que luego no hay Premier que valga para arreglar el sin dios de los planos o las secuencias mal tomadas. Aunque hay cosas peores, como cuando empiezas a grabar alguna declaración y te das cuenta que el entrevistado empieza a moverse y se pone de perfil. Otro error, la cara moneda, el egipcio. ¡Por favor, que alguien le diga que no se mueva! ... Nada, el total a tomar vientos. 

En fin, es difícil no dejarse llevar por la inspiración cuando tienes una cámara así en las manos. Cinco y una cámara. Cinco talentos con ganas de sacar al Tim Burton, al Spielberg, o a la Pilar Miró que  todos llevamos dentro. Pero, hay que reprimirse, controlar la pasión y ser sencillos, no hacer muchos inventos cinematográficos. A todo esto, el pescador ya le ha dado tiempo de recoger el sedal y subir hasta nosotros. Nos pregunta para qué estamos grabando y nos recomienda ir al pantano antiguo para buscar imágenes más impactantes.

Recogemos el trípode y nos dirigimos al coche para continuar la ruta, en el aparcamiento hay una pareja madurita haciendo manitas... ¡A las doce y media de la mañana! Parecía la escena de un amor furtivo, nos miraron, pero nosotros no íbamos buscando robados. Nos fuimos y ellos se quedaron en el coche azul, bajo los árboles y mirando Málaga desde lo alto. Imagino que los rombos se los pondrían después.


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