31 oct 2012

La sombrilla, reflexiones: La hija del pescador

En la playa hay una niña mirando el mirar, observando cómo se mueven las olas, pero ellas le enseñaron dos palabras: flujo y reflujo. Marea alta y marea baja.

En la playa hay una niña escuchando al viento.  Éste le cuenta historias que no entiende. Historias de gente muerta que no conoce. Gente que por seguir a capitanes de barcos borrachos, libraron batallas en el mar en nombre de la guerra. El viento le explica que las luchas en alta mar solo dejan muertos en la orilla. Capitanes de barcos borrachos de "yo"  que quieren ser "Yo al cubo" porque no les interesa lo más mínimo el "nos". 

Capitanes, que para poder crecer necesitan sangre fresca. Y buscan tripulación ofreciéndoles tesoros. Tesoros enterrados en tierra lejanas. Esos capitanes, preguntan a los que desean ser mordidos y si aceptan quedan reclutados. Él los deja secos por dentro. Deshidratados, sin luz. Tripulación de zombis ésta cada vez más numerosa, porque él vende que eso es "guay".

En la playa hay una niña, que escucha las penas de la arena. Ésta le cuenta que está muy triste porque a su orilla los días de tormenta solo llegan muertos. La arena entiende que si en vez de seguir a capitanes borrachos hubiesen intentando conquistar tierras prometidas tenían que haber aprendido primero a jugar. Entonces estarían vivos con sus familias.

La arena sigue contando penas porque los niños y los muertos cavan y construyen. Ambos, cavan tumbas que las olas borran. Ambos construyen palacios que las olas derriban. Todos, niños y muertos se tuestan a la luz del sol. Todos, niños y muertos. Luces y sombras en su orilla.

En la playa hay una niña que buscó el mar porque escuchó el relato de la Tierra. Ésta le contó que allí también se celebraron batallas dentro y fuera. Luces y sombras, que los niños y los muertos riegan de  sus entrañas. La Tierra es consciente de que está intoxicada. La tierra es consciente de que los árboles dan de comer frutos envenenados. 

La Intoxicada se siente tan culpable, que en ocasiones para no seguir, convierte los jardines en desiertos. Ella quería ser suelo para los vivos, no tumba para los muertos. La Intoxicada dice que la delicada lluvia no es suficiente para limpiar la sangre de los muertos. La Intoxicada advierte que los niños no juegan con barro limpio para sembrar, sino con barro sucio para construir ladrillos. En todos los países hay tumbas construidas por esclavos.

En la playa hay una niña escuchando las voces, leyendo libros, tomando notas. Los entiende a todos, pero es consciente de que ella solamente era la hija de un pescador que aprendió a leer. El pescador lector, que se trasformó en encofrador. Para no olvidar el oficio de construir arcas y así meter a las gentes del mundo.

La niña era hija de un pescador-encofrador que aprendió de él que iba al mar a buscar peces para comer, pero que los peces se mezclaban con los restos de los seguidores de las vanas fantasías y ociosas imaginaciones. 

La hija del pescador-encofrador escuchó sus historias desde pequeña y acostumbró el oído. La hija del pescador-encofrador aprendió a leer los libros más gordos. La hija del pescador-encofrador aprendió a escribir consultando diferentes diccionarios. La hija del pescador-encofrador aprendió que un arca no es suficiente y que todos son dignos de ser salvados. Que si se dan oportunidades al que desea  transformar el carbón en diamante. Si desea realmente aprender, de su corazón surgirá el alquimista.

La hija del pescador-encofrador aprendió que hacen falta traductores que sepan entender a aquellos que desean ser sanados, que desean revivir. La hija del pescador-encofrador aprendió que la Tierra es el arca perfecta, si se cuida de ella. 

La 'hija de', la 'mujer de' es consciente de que hacen falta traductores para pedir tiempo a los picapedreros. Para que se escriba en piedra los efectos de los buenas prácticas, para que los niños del futuro puedan ser felices en el Paraíso que se les prometió.

La mujer sentada en la playa ha aprendido a decir que para haya que un mundo en paz: "Déjenla vivir en Paz, y que no quiere morir en paz. No borréis la memoria". Al decir eso, el Cielo la escuchó, abrió el grifo de las nubes y empezó a llover.

Buenos días





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