5 oct 2012

Minirrelato: Los diálogos del agua

Sentado bajo la sombra de un árbol había un muchacho. De repente, se acerca una mujer. La mira un instante, y al observarla detenidamente, queda sorprendido al reparar que era igual que él pero en femenino. Por un momento dudó si no tendría una hermana gemela sin saberlo. Turbado comienza el diálogo:

-¿Quién eres? ¿Te pareces a mí? ¿Eres como yo?
- No, no soy tú,  deja mirarte el ombligo.
- Si no eres yo, pero te pareces a mí, ¿quién eres? ¿Inspiración o Locura?
- Locura es un estado alterado. Intuición es mi nombre.
- ¿Eres la musa de los filósofos o la de los científicos?
- Los filósofos no necesitan ni musa ni inspiración porque son buscadores natos, sólo necesitan acostumbrar su mirada a la luz y aprender la alquimia de las palabras para transformar lo invisible en eco. Los científicos son los fideicomisos que contrastan la versión que les ofrece la intuición, pero tienen que demostrar que la transcripción es correcta. Demostrar que la muestra es verdadera, comprobar que el mapa es correcto.
- ¿Y todo esto para qué?
- Para evolucionar, para crecer, para que la sociedad avance y asuma la madurez que reclama su cuerpo. Comprobar que la hoja de ruta es la correcta.
- ¿Luz? ¿Eso es como el mito de la caverna? ¿Estar dentro o estar fuera? ¿O es la luz al final del túnel que cuentan los casi muertos-resucitados? 
- Siempre habéis estado fuera, tan solo estáis desorientados. Muertos o vivos da igual, el proceso es infinito. 
- Vale me dejo llevar, pero ¿qué pasa si me gusta más aquello y no quiero volver a contar nada? 
- El conocimiento es como el agua, apaga el fuego del sediento, ahoga al avaro y se pudre en la mano del egoísta. 
- ¿Por qué me cuentas esto a mí?
- Se lo digo a todos. El manantial está delante de vuestras narices. 

Al decir esto, la chica dejó de hablar, y durante el transcurso de un parpadeo, se derritió convirtiéndose en un charco de lluvia. El chico se agachó y vio su reflejo en el agua. Y pensó para sí: Lo malo es que a alguien ya se le ocurrió embotellar el agua y venderla a precio de oro.


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