27 oct 2012

Minirrelato: Los finalistas

Por fin había pasado todas las etapas, filtros, exámenes, había llegado al final. No era la mejor pero era finalista. Allí estaba junto a los miembros del jurado esperando que le colocaran su banda. Delante de ella había muchos compañeros, y muy buenos. Mientras esperaba observaba y escuchaba la respuesta que los demás participantes daban al miembro del jurado:

- Enhorabuena, gracias por participar. Has llegado hasta aquí y eso dice mucho de ti. Si pudieras elegir un regalo o recompensa a la vida por el esfuerzo que has hecho, ¿qué pedirías? Las respuestas eran variopintas, y todas muy respetables: salud, dinero, fama, amor, reconocimiento público, poder, aventuras... 

Cuando le tocó a ella, respondió con el silencio. Le metieron prisa. ¡Vamos, habla ahora o calla para siempre.  Que se te acaban tus quince minutos de gloria! Ella miró al suelo, tenía miedo, pero no quería que se le notara. Respiró hondo y recordó un consejo para hablar en público que había leído en un libro de Dale Carnegie: "Imagina un triángulo dibujado entre las cejas de tu interlocutor, y centra ahí tu atención. Luego, empieza tu discurso". 

Así lo hizo, tomó fuerzas desde el interior de su ser. Parecía que iba a soltar un gran discurso, pero solo pronunció una palabra. Al salir de su boca, esa palabra resonó de tal manera en la sala. Que al escucharla, el murmullo que había entre el público, se calló. Todos los ojos se centraron en la persona que acababa de pronunciarla. Lo hizo de manera tan natural, que parecía magia tan solo por el efecto causado. 

El miembro del jurado, la miró un instante, cogió esa palabra en el aire. Y como si esta fuera una manzana caída del árbol se la llevó a la boca, mordiéndola, saboreándola con delectación. Una vez que la probó, le supo a poco, no se conformó con un bocado y se comió la manzana entera. Después, de un instante el buen señor volvió a la realidad y repitió la palabra muy despacio: RES-PE-TO 

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