24 dic 2015

Minirreflexión: El baobab, la rosa y el comercial

Día de Navidad y aunque podía estar pensando en los Cuentos de los hermanos Grimm. Lo que  me viene a la cabeza es la película de El lobo de Wall Street. Jornadas maratonianas en la calle a hora y media o dos horas en casa de cada cliente me dejan exhausta.

Por las mañanas, en el bus, me encuentro con Jose. Él es mayor, no sabría decir la edad y vende flores. Está a todas horas en la calle intentando vender rosas o ramos de flores. Doce o catorce horas para sacar 10 euros al día y ¡todavía le regatean el precio!  Jose prefiere bajarlas a tener que seguir cargando con ellas y se estropeen. Hablamos mucho, de comercial a comercial, pero siempre se llena el bus o llega mi parada, dejándonos en puntos suspensivos hasta el día siguiente...

Mi padre siempre decía que eramos astillas de una de sus ramas. Si no soy un fruto caído del árbol, entonces, ¿soy un árbol? ¿Soy un baobab como el del Principito? Ese árbol era malo o destructivo en el miniplaneta del Principito porque solo tenía hueco para una rosa. Creo que por eso mi isla en Canarias se quedó pequeña. Necesitaba más tierra para crecer. Siempre he estado obsesionada con el desarrollo personal. Y sí me siento un poco baobab. En mi sitio, sin molestar, ni hacer sombra a nadie. Echando raíces y buscando el sol. Ah, por cierto, la rosa del Principito me parece una caprichosa mimada. He dicho.

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