27 ene 2016

Minirreflexiones: Niños grandes, grandes como castillos

Llevo una racha un poco caótica, como los terremotos y sus réplicas que tenemos en España. Ahora me mosqueo, ahora sube en intensidad, luego me da el bajón. Tanto es así que miro el mundo con ojos viejos. Soy joven, tengo 38 años, no soy una niña, pero la vieja de mi interior tiene un glosario de definiciones bastante amplio para interpretar la vida.

Muchos me dicen que tengo la niña interior herida y que hay que sanarla, cuando escucho esto me mosqueo, pues no me veo jugando a las muñecas para recuperar el tiempo perdido, ni me voy a sentar en un parque a hacer botellón con los chavales. Esto lo digo, porque al mismo tiempo que me dicen que tengo que controlar a mi abuela interior, estoy conociendo a una nueva raza de hombres que con la excusa del paro, no trabajan- ni prisa que tienen- y que se permiten jugar. De hecho han abierto tanto su mente que en vez de reconocerse como cuarentones se sienten chicos de 18 y juegan a lo que haga falta. Se han dado permiso de ser lo que no pudieron permitirse en su momento. 

Mi vieja interior reprueba tal comportamiento, tienen un rol que cumplir- diría la abuela. Después de unos años criticándolos, me he dado cuenta de que les tengo envidia. Quiero tiempo para estar con mi hijo, producir un cortometraje; viajar por el mundo; comprarme una buena cámara, hacer fotoperiodismo y quizás una exposición. Quiero alquilar una caravana y recorrer mundo. Quiero vivir sin remordimientos de trabajos, dineros, alquileres y compromisos. No quiero ser niña, quiero ejercer mi libertad. Esa que yo misma me reprimo y no doy pie. Porque soy un buen soldado. La releo, y la lista no es tan descabellada.

Una amiga dijo que el problema de los adultos es que nos olvidamos de jugar, pero no que nos volvamos niños indolentes. Disfrutar no tiene edad, en eso los hijos nos recuerdan que el tiempo del juego es ahora, con ellos. O simplemente cuando te dices a ti mismo: "Porque me lo merezco".

Buenas noches

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