28 ago 2016

Minirreflexión: La poesía ha vuelto

Con los pies en el mar (YSH)
Ese estado de felicidad infinita. Estado de luz y sombras, plenas en su belleza. He venido aquí, a mi Meca particular. La escalera del Muelle Uno. Lugar pequeño e íntimo, puedes desnudarte que nadie te ve. Tan solo los gigantescos peces, los guardas y los cientos de cruceristas.

Al primer escalón le ha salido costra. Como la barba primera de un chaval. Los niños se tumban a mi lado gritando en otros idiomas que los peces casi se pueden tocar. Son peces expuestos, de exposición y reallity. Levanto la vista de la pantalla y veo el barco de la guardia civil atracado en frente.

Mil veces me recuerdo aquí sentada. No sé por qué siento que la energía fluye, me regenera. El sol del atardecer juega en el agua y se refleja.

Se escuchan las voces de los niños que maldicen a gritos, porque los cangrejos se esconden entre las grietas. Y porque su madre no les permite tirarse al agua a pescar con las manos. Las madres desconocidas, entre risas comentan que si se bañaran en esa agua portuaria habría que desinfectarlos con lavavajillas. Las madres ríen juntas, los niños curiosos preguntan por qué hablan sino se conocen, ¿ya eran amigas antes?

No, compartir unas risas entre adultos no siempre es vinculante. Mientras, los peces rabiosos pelean por el pan que lanzan. La poesía pone color sepia o blanco y negro a la realidad. Es el filtro que necesito para soportar una vida que se desenfoca por momentos.

A veces creo que entiendo a esos artistas que intoxicados de vida, buscan en el patíbulo la libertad. No siempre es necesario. Antes de llegar a eso hay buscar tu escalera hacia ninguna parte. Que el sol, la humedad, el agua que salpican los peces o las maldiciones infantiles te conecten con la realidad que puedas tolerar.

Lo entiendo, cuando has caminado por entre el jardín de las Delicias, has hablado con Zambrano, coqueteado con Umbral, respirado con Pavese... Mirar al resto de mortales sin brillo en sus ojos, sin fuego en el alma, hace que la brecha realidad-abstracción sea cada vez mas angosta y profunda. No se puede saltar.

Por eso los intensos, los sensibles, los artistas necesitamos lugares santos. El mío es esta escalera. Puente entre lo sagrado y lo profano. Es un secreto a voces. Escalera del Muelle Uno. Inmortalizada en una prosa ligera y reflexiva. Los niños al final se lanzan al agua... Uno grita que chocó contra los peces, salen chorreando y felices.

Y nosotros los poetas agradecemos en silencio el chapoteo y las gotas que han caído en la pantalla.



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