3 ago 2016

Minirrelato: Los posos de la libertad

La vida es un desierto llenos de caídos en las dunas. Unas veces están muertos, convertidos en pasto para los buitres. Otras encuentras jaimas que cobijan seres que ocultan su rostro bajo un turbante. No hay tela que esconda una mirada turbia y quemada por el sol. Una mirada que ve fantasmas dentro y fuera. Unas veces ofrecen ayuda a altos precios, otras la dan sin pedir nada a cambio.

Algunos son soldados que entregan su pasión y su alma en misión de guerra a salvar al resto de cuerpos calcinados al sol. Rebotan las balas en las manos, las hay a cientos, parece lluvia férrica polvórica o con tintes de dinamita. La piel quemada por el sol, tiene tatuada las instrucciones y los mapas de la misión.

Estos individuos son hijos del desierto que solo se esconden cuando suenan los silbidos de las balas en el aire. El estampido continuado no permite escuchar el susurro del viento. Hace tiempo que se quedó mudo al intentar sobreponerse a los obuses.

Los dueños de las jaimas, esconden mujeres de ojos brillantes como luciérnagas. Trafican con sus almas, pues sus cuerpos de arena se diluyeron en extraño montículo. Aún así, las manos deseosas de contacto, las manosean y buscan sus miradas. Ellas, las mujeres de arena, están atrapadas en la tradición, la educación y el miedo al arma que la apunta entre los ojos con puntería certera.

Fallecidos prosistas dicen que no existen las perversiones. Todo depende del grano de arena que utilice para mirar. Hay cientos. La vida es un desierto, lleno de hienas, buitres, serpientes, escorpiones. ¿A dónde me has traído?- dijo la chica nueva que estaba empezando a desmoronarse. Una de las mujeres invisibles le dijo: Estás donde ningún ser humano debería venir.

- ¿En quién confío? - dijo ella. ¿Y qué pasa con las promesas y los votos escritos en papel de pergamino?

-Las promesas se las lleva el viento, al igual que los rescoldos del papel lleno de deseos. Si estás aquí, ninguno era genuino.

- ¿Qué extraño y dónde quedó la intuición? ¿La tuviste?

- No he tenido tiempo de pensar, el viento, las circunstancias, el tiempo y la inocencia, me llevaron hasta una caravana y me dejé llevar.

- Insensata- dijo la voz que pertenecía a los brillantes ojos azules.

- ¿Y vosotras por qué no huís?

- Esperamos a los soldados, pero no llegan nunca. Mueren en el camino y esta jaima nunca se desmorona.

-Pero, ¿no tenéis cuerpo vuestra alma es libre ya?

- Estoy atada a mil cuerdas, emocionales, físicas e invisibles.

- Pero, ya puedes salir, no tienes piernas pero ya puedes volar.

- Sí, pero mis hijos de mil padres están aquí, me necesitan y yo a ellos. Yo ya no tengo pasado ni vida anterior. Cuando perdí mis raíces volé sin rumbo hasta que fui presa en la jaima. Ahora el infierno es mi casa. Pero tú no esperes a quedarte hueca. Mi taza está vacía y dentro no hay más que posos de mí misma.

Pero, fuera hay muertos, soldados que intentan defender los huesos de unos desconocidos. Podemos aprovechar el ruido y nos vamos juntas. Llévate a tus hijos. 

- No puedo, mis hijos son esos soldados que luchan por defender la libertad de los que no quieren ser liberados. Luchan para que la paz salga de las arenas movedizas, que se la tragan a marchas forzadas. Los soldados son los hijos de mil hombres que pasaron por la jaima. Luchan por tener identidad.

- Callada me dejas, pero si quieres estar aquí , ¿por qué sufres?, de tus ojos manan lágrimas sin parar.

- Su dolor es mi dolor. El resto del mundo continúa con sus rutinas y aquí en el desierto tan solo los alacranes nos preguntan qué hacemos antes de clavar su aguijón. Vivimos en un mundo en guerra, y las cadenas son visibles e invisibles.
Mis hijos son aguerridos pero están atrapados aquí, son hijos de la arena.

- ¿Pero aquí no hay nada que ganar ni que perder?, ¡Qué obstinación!

- Cariño, sal de aquí ya, cuenta lo que has visto, no lo escondas, pero sal antes que se vuelque tu taza y sólo quede el recuerdo distorsionado de ti misma. En el infierno se fraguan las espadas y se destruyen los cuerpos. Aquí las cenizas se mezclan con la arena.

- ¿He caído en una trampa?

- Solo si tú lo permites.


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